jueves, 7 de octubre de 2010

Una experiencia inolvidable

Ya pasaron dos años desde aquella hermosa experiencia que marco mi vida, el día exacto no lo recuerdo pero se bien que fue en diciembre del 2008, cuando asistía a la iglesia comunidad carismática de amor, ellos me propusieron participar en unas actividades de labor social que se realizarían para ayudar a personas de diferentes sectores con necesidades de la ciudad de Cali, al escuchar su propuesta acepté de inmediato.

Cuando llegó el día me levanté muy temprano, me alisté y salí deprisa para no llegar tarde, cuando llegué vi una gran fila de adultos, jóvenes y niños esperando a que se abriera el lugar destinado para su encuentro, se escuchaba la emoción en sus voces y yo me sentí regocijada al escuchar la risa de los niños. Al entrar, una líder de la iglesia me llamó de inmediato y me asignó separar y distribuir los juguetes de acuerdo al rango de edad de los niños. Yo feliz empecé a ejecutar mi labor en el salón que me asignaron, recuerdo bien que desde ese lugar podía ver a todo el mundo, aunque los que más me llamaban la atención eran los chicos, quienes desde afuera me miraban con sus ojos iluminados y con una gran sonrisa en su en sus rostros, también veía el resto de los salones con diferentes personas y profesionales brindándoles su ayuda y conocimiento a aquellas personas que habían ido en busca de un poco de solidaridad.

Luego de un rato fijé mi mirada en un gran comedor que alojaba personas de todas las edades, las señoras que estaban sirviendo el almuerzo, miraban a cada persona con gran amor, al otro lado estaban los medicos y odontólogos, analizando a cada persona, y quizás haciéndoles con paciencia y dedicación la primera revisión adecuada en su vida. Al salon siguiente el mío observé 3 chicos de probablemente 17 años, ellos estaban separando la ropa que habìan donado los miembros de la iglesia, para dársela ese día a los más necesitados. Ellos cada vez que veían pasar a alguien cerca, decían: esto es perfecto para él, o de seguro esto se le vería bien a ella.

Cuando finalmente empecé a repartir los juguetes, los rostros de los pequeños irradiaban de alegría, yo me sentí realmente conmovida y en una que otra ocacion una lagrima se deslizaba por mi mejilla, al terminar, todo el mundo estaba lleno, gracias a Dios ninguno se quedo sin comer, todos tenìan regalos en sus manos, y nosotros nos sentiamos felices de haber participado de aquel agradable momento, cuando yo ya estaba recogiendo mis cosas, escuche la voz de un niño llamándome profe, cuando lo miré, él se acercó a mi con gran timidez, le pregunté: ¿Cómo pasaste tu día? Él respondió con emoción: muy bien maestra, yo solo sonreí y tomé mi maleta de la mesa, él al ver que yo ya me iba a ir, me dijo: como veo que a ti no te han dado nada te traigo este bombom, yo me quede paralizada, no pude pronunciar palabra, y èl al ver mi expresiòn, abriò mi mano y me lo entregó, luego se inclino ante mí, besó mi mejilla y finalmente con una mirada juguetona salió diciéndome adiós. Desde ese día jamás he olvidado, ni olvidare ese niño, del cual no se ni su nombre.

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